sábado, 9 de junio de 2007

Reflexiones pre-siberianicas


El otro día, navegando para buscar más información sobre el viaje, fui a parar a una agencia que vende un viaje muy parecido al que voy a hacer, salvo por un pequeño detalle: que está absolutamente todo planificado. “Día 1: recorreremos el fantástico Kremlin y sus instalaciones de bla bla bla… Día 8: pasearemos por el mágico Río Yenisei y su caudaloso esto lo otro y lo otro… Dia 19: llegaremos a la enigmática Beijing y nos dejaremos encantar por la ciudad prohibida y más bla bla bla bla…”. Inmediatamente, el plan me causó un rechazo instintivo. ¡Un viaje sin sorpresas! Uno sabe a qué hora le toca mear, cuándo tomarse un vodka y cuándo no, podrá hablar español con el grupo y con el guía todo el tiempo –como si la gente de allí no existiera–, sabrá lo que le espera al otro día y al otro, y al otro… Aventura cero, riesgo cero, emociones menos diez… Entonces me puse a pensar que la vida debe ser, precisamente, como un viaje sin planes. Todo puede sorprenderte, todas son vueltas inesperadas, tanto buenas como malas, todo contratiempo es un desafío para ponernos a prueba, toda barrera que se nos presenta es la manera en que la vida nos obliga a afrontar ese escollo con nuestra mejor sonrisa. Y mirando siempre para adelante. Siempre suelo diferenciar entre el turista y el viajero. El primero sólo va a los sitios para hacerse la foto con su nueva Nikon y después mostrársela a sus amigos y conocidos, o comprarse la típica camiseta con el nombre de la ciudad en alguna transitada peatonal. El segundo es como un bebé recién nacido que tiene todo un mundo entero por descubrir, abre los ojos y ve que el mundo que tiene enfrente dista bastante del que se imaginaba. El viajero conoce y habla con la gente del lugar (al menos con el universal lenguaje de las señas), come su misma comida, duerme como ellos, sufre, llora y vive como ellos. Ser viajero es prostituirse por un mes. Es conocer y admirar a la gente de la tierra que se visita. Ser turista es, simplemente, tachar en el mapa un lugar más, o un lugar menos. Si la vida es viaje, prefiero ser viajero. Pero sin planes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Para mí viajar es dejar atrás todo prejuicio y abrir la mente a nuevas experiencias, a nuevos modelos culturales y de entender la vida. Aunque al viajar te das cuenta que aun estando lejos los unos de los otros, en esencia somos todos iguales.

Raquel

Anónimo dijo...

Son más de trescientos los ríos y arroyos que desembocan en el Baikal, pero sólo hay uno que salga de él: el Angara, de rápida corriente. Pasado Puerto Baikal, reducido bajo sus acantilados a una estación de viejos transbordadores, la embarcación enfila el río hasta llegar al pie de la presa de Irkutsk. Semanas de privación visual convierten Irkutsk en un lugar elegante y atractivo. ¿Qué sensación me produciría, me pregunto por un instante, si llegase a ella en la Umbría o en Castilla o en Nueva Inglaterra? Preguntas fútiles. Está en Siberia.

"En Siberia"
Colin Thubron

Raquel

Anónimo dijo...

Es mi deceo que sea una gran experiencia, en lo intelectual como asi en lo esoiritual, y mucha suerte Frankito !!!