
“Has de desear que la ruta sea larga. Que las mañanas de verano sean muchas, cuando en el puerto, y con qué alegría, tocarás tierra por primera vez: en los imperios fenicios persistirás y comprarás madreperlas de coral y ámbar, finos materiales, también penetrantes y embriagadores perfumes de toda clase. Ve a todas las ciudades egipcias que puedas y aprende infinidad de cosas de los sabios... Siempre has de tener en tu mente a Ítaca. Alcanzarla debe ser tu pensamiento constante. Y sobre todo, no acelerar el viaje. Haz que el trayecto dure tiempo, dure mucho tiempo. Haz que dure años.”
Ítaca, Constantino Kavafis
En estas semanas previas al viaje (generalmente en un despertar abrupto durante la madrugada), suelo tener un pensamiento recurrente que es aquel en el que me imagino llegando a Beijing, mi destino final. Me imagino bajando del tren perdido entre la marea, somnoliento, con los ojos muy abiertos. Me imagino curtido por el camino atravesado, sediento de agua y también de (aún) más aventuras. Pero, sobre todo, me imagino tremendamente feliz. Feliz por llegar al destino propuesto. Por cumplir el objetivo, tras superar miles de kilómetros, de contratiempos, de fronteras, de personas... Sé que no debo anticiparme a los hechos, pero es imposible no pensar en ese momento en el que por fin diga “lo conseguí”. Así pensará, por ejemplo, un estudiante universitario que apenas comenzar la carrera se imagina con el título bajo el brazo. O una madre que cierra los ojos e imagina a su bebé de traje y corbata impartiendo una charla ante un nutrido auditorio. O un deportista que se ve con varias medallas colgadas antes de empezar la maratón. En este periplo infinito, Beijing será mi Ítaca. Y cuando llegue el momento de regresar a casa, seguramente una parte de mí se quedará para siempre allí. Y el trayecto, como dice Kavafis, durará muchos años. Quizás dure toda mi vida.
4 comentarios:
Todo tiene verdadero significado. Empezando por la cuenta regresiva de tu partida (y ya desde los preparativos! y mucho antes), el viaje, la estadía, el regreso, los recuerdos, el aprendizaje.
"El viaje" (con todo lo q implica) durará toda tu vida. A disfrutar!
Val
Recuerda que a Kavafis no le importaban las ítacas. Sólo los trayectos, los procesos que llevaban a ellas.
La de años que me ha costado entender que las Ítacas sólo valen lo que sus trayectos!
La vida es proceso y cambio, pero a menudo infravaloramos los procesos y los cambios, frente a las metas -presuntamente- alcanzadas.
Estimado camarada:
Ítaca o Beijing o Cochinchina no significan nada y lo significan todo. Resumen, suscintan, sintetizan. Representan. Como la muerte lo es a la vida, Ítaca o Beijing o como quieras llamarlo simplemente son el símbolo de todo lo que se ha experimentado. Yo sí creo que a Kavafis le importaban las Ítacas. Salvo que, para él, Ítaca lo era todo. Lo era el trayecto, la arena del desierto, la mirada de los artesanos, los mercaderes, las lágrimas derramadas. ítaca era (es) la vida misma. Resumida, suscintada, sintetizada. Representada.
Jebluss
Querido amigo Jebluss,
Tus palabras me recuerdan al camino de Santiago. Después de 14 días andando, de llagas sangrando en los pies, de una mochila que al final parecía que no pesaba y que en ella llevaba lo realmente necesario (no las mil cosas inútiles que tengo en mi casa) al final, llegué a Santigo. Y no puedo expresar la alegría que sentí al ver la catedral, no se puede explicar. Hay que vivirlo. Pero de eso hace ahora cuatro años, y es algo que nunca he olvidado. Un camino que siempre va conmigo y que me recuerda que voy a conseguir todo lo que me proponga, y también que todo lo que pasa en la vida es que está en mi camino.
Nuestra vida es un caminar que empezó el día de nuestro nacimiento, y que se interrumpirá el día de nuestra muerte, para renacer y volver a continuar en otro cuerpo.
Vive a tope tu aventura, y capta todos los momentos que seguro que serán inolvidables, y por años que pasen tu recordarás esa aventura tanto tiempo deseada que se hizo realidad.
Raquel
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